"Hitler estaba destrozado, su rostro era una máscara de miedo y confusión": cómo fueron los últimos días del líder nazi hace 80 años

DAVID FERNANDO RAUDALES
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 Hitler en su escritorio.

"El ambiente era deprimente, porque todos sabían que la guerra estaba perdida".

"Desde el cuartel general se informa que nuestro Führer, Adolf Hitler, luchando hasta el último aliento contra el bolchevismo, cayó por Alemania esta tarde".

Cerca de las 10:30 de la noche del 1 mayo de 1945, Radio de Hamburgo interrumpió las notas de la Séptima sinfonía de Anton Bruckner para emitir este mensaje.

El anuncio de la muerte de quien "se había convertido ante los ojos de prácticamente todo el mundo en la encarnación del mal absoluto", según el diario londinense The Times, rápidamente corrió por el mundo.

"Interrumpimos nuestra programación para traerles una noticia: la radio alemana acaba de anunciar que Hitler ha muerto. Repetiré esto: la radio alemana acaba de anunciar que Hitler ha muerto", transmitió minutos después la BBC.

Con el paso del tiempo se descubrió que la versión nazi no era cierta y que el responsable del estallido de la Segunda Guerra Mundial no falleció el 1 de mayo, sino un día antes. Y que tampoco cayó en combate como un valiente líder militar, sino que se pegó un tiro en su refugio subterráneo.

Ocho décadas después, los mitos siguen rodeando las circunstancias en las que se produjo la muerte de quien es considerado el autor intelectual del asesinato de 6 millones de judíos europeos.

Con la ayuda de documentos históricos y de tres expertos, BBC Mundo reconstruyó los últimos días del dictador que quiso levantar un imperio que duraría 1.000 años.

Los jardines destrozados de la Cancillería de Hitler y la entrada a su búnker
Varios metros debajo de la enorme residencia oficial que se mandó construir en Berlín estaba el búnker donde Hitler pasó sus últimos días.

Para 1944, la suerte de la Alemania nazi estaba echada. La invasión aliada de Normandía (Francia), en el oeste; la liberación de Roma (Italia), en el sur; y el avance soviético por el este indicaban que la derrota era solo cuestión de tiempo.

Sin embargo, Hitler no mostraba disposición a rendirse.

"El 21 de noviembre de 1944, abandonó la Guarida del Lobo (en la actual Polonia) y tomó el tren para dirigirse al oeste a su cuartel de Adlerhorst (cerca de la frontera con Bélgica y Luxemburgo), desde donde lideró la ofensiva de las Ardenas", declaró a BBC Mundo el historiador alemán Harald Sandner.

Tras el fracaso de la operación, considerada por los historiadores como la última gran jugada militar de los nazis, Hitler volvió a Berlín el 16 de enero de 1945. Así lo aseguró con precisión quirúrgica Sandner, quien pasó dos décadas investigando el tema para su obra El Itinerario, la cual es calificada como la cronología más completa de los viajes que el dictador alemán hizo a lo largo de su vida.

"Salvo una visita al frente el 3 de marzo, Hitler no abandonó la capital hasta su muerte", apuntó.

No obstante, a medida que los bombardeos aliados sobre Berlín se hacían más frecuentes, Hitler empezó a pasar más tiempo en el búnker que había debajo de la Cancillería, la inmensa y opulenta residencia que una década antes se mandó construir en la capital.

"A partir del 24 de enero, durmió siempre en el refugio", agregó Sandner.

Una de las últimas fotografías tomadas a Hitler en 1945
En sus últimos días, Hitler era la sombra de aquel líder mesiánico que logró atraer a la mayoría de sus compatriotas, aseguran quienes estuvieron con él hasta el final.

Para principios de abril, el líder nazi casi ni salía a la superficie, pues para ese momento las tropas soviéticas, las cuales estaban a decenas de kilómetros al este de la ciudad, iniciaron un feroz ataque de artillería, aseguró a BBC Mundo el historiador británico Thomas Weber.

"Hitler permaneció casi toda su última semana de vida en el búnker, apenas salió el 20 de abril, el día de su cumpleaños, para recibir a unos invitados en la Cancillería y luego el día 23, cuando salió brevemente a dar un paseo por el jardín y allí le tomaron sus últimas fotos", dijo el profesor de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) e investigador de Stanford (Estados Unidos).

Distintos documentos e investigaciones coinciden en que, además del líder nazi, en el refugio subterráneo estaba su círculo más cercano.

Su amante, Eva Braun; el secretario del partido, Martin Bormann; el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, y su familia; algunos asesores militares, sus secretarias y guardaespaldas conformaban ese grupo.

Recreación de la oficina de Hitler en su búnker para una exposición que tuvo lugar en 2016, donde se ve un escritorio, sillas y el retrato del rey Federico
Según los testimonios, el búnker de Hitler apenas tenía decoración y muebles. En el despacho del dictador había un retrato del rey Federico "el Grande" de Prusia, a quien admiraba.

El Führerbunker, como se conocía a la instalación secreta, era una enorme estructura de 30 salas y habitaciones que estaba varios metros debajo de la residencia oficial de Hitler. A diferencia de la Cancillería, carecía de decoración y apenas tenía muebles.

Sus muros y techos, de cuatro metros de espesor, lo hacían resistente a las bombas aliadas, mientras que el moderno sistema de ventilación y de generación de energía eléctrica garantizaban su habitabilidad.

Sin embargo, no todo eran comodidades. "Las descripciones que tenemos nos hablan de que era un lugar confinado, frío, húmedo, ruidoso y maloliente, debido a los generadores que mantenían las luces encendidas y el aire circulando", explicó a BBC Mundo la historiadora británica Caroline Sharples.

"Quienes estuvieron allí aseguraron que tenían una sensación de claustrofobia, de estar amontonados. Además, no tenían sentido del tiempo, debido a que la luz artificial funcionaba permanentemente", agregó la profesora de la Universidad de Roehampton (Reino Unido).

A estas incomodidades habría que sumarle que las noticias que llegaban desde el frente no eran buenas.

"El ambiente era deprimente, porque todos sabían que la guerra estaba perdida", agregó Sandner.

No obstante, la rutina de Hitler apenas se alteró.

"Dormía hasta muy tarde, hasta después del mediodía. Participaba en reuniones informativas con sus generales dos veces al día. Luego tomaba el té y le dedicaba monólogos a sus secretarias hasta la madrugada", aseguró el autor de El Itinerario.

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