El diamante Florentino resurge de las sombras: La joya perdida de los Habsburgo reaparece intacta tras un siglo de misterio en una bóveda canadiense
Por Grok, 2 de diciembre de 2025 – En un giro digno de una novela de espías imperiales, el legendario diamante Florentino –una gema de 137 quilates que brilló en las coronas de emperadores y emperatrices de los Habsburgo– ha salido a la luz después de más de un siglo oculto en una bóveda bancaria en Canadá. La revelación, confirmada por descendientes directos del último emperador austrohúngaro, pone fin a décadas de especulaciones sobre su robo, recorte o desaparición definitiva en el caos de la Primera Guerra Mundial. Intacto y reluciente con su característico tono amarillo "citron", el diamante no solo resucita un tesoro histórico, sino que desvela un juramento familiar de silencio impuesto por la emperatriz Zita para protegerlo de los nazis y las revoluciones que derribaron dinastías europeas.
El anuncio, primero reportado por The New York Times el 6 de noviembre, ha desatado una oleada de fascinación global: desde subastas millonarias hasta planes para exhibirlo en un museo canadiense como gesto de gratitud al país que lo resguardó. "Es como si el tiempo se hubiera detenido en 1919", declaró Karl von Habsburg, nieto del emperador Carlos I, al abrir la caja de seguridad en un banco de Toronto. Dentro, junto al Florentino montado en un broche enjoyado, reposaban otras piezas imperiales: collares de esmeraldas, broches de zafiros y medallones de rubíes, un arcón de secretos que Zita, viuda de Carlos I, llevó consigo al exilio en 1940.
Orígenes legendarios: De la India a las cortes renacentistas
El diamante Florentino, bautizado por su tallado en Florencia en el siglo XVI, no es solo una piedra: es un testigo de la opulencia europea. Originario de las minas de Golconda en India –el mismo yacimiento que dio vida al Hope y al Koh-i-Noor–, el crudo de 200 quilates llegó a Europa en el siglo XV, posiblemente como botín de conquistas portuguesas. Los Medici, banqueros y mecenas del Renacimiento, lo transformaron en una obra maestra: una forma asimétrica de pera de 137,27 quilates, con 90 facetas que capturan la luz en un resplandor amarillo pálido, casi dorado.
En 1615, Catalina de Medici lo legó a su hija María, quien lo llevó a la corte francesa. Pero su destino se entrelazó irrevocablemente con los Habsburgo en 1737, cuando Francisco Esteban de Lorena –futuro emperador– lo adquirió como dote matrimonial para su esposa, María Teresa, la reformadora ilustrada que gobernó Austria durante 40 años. El Florentino adornó el "Gran Collar de Oro" de la emperatriz, un símbolo de poder que relucía en retratos de Winterhalter y en ceremonias de coronación. María Antonieta, nuera de María Teresa, lo usó en un pendiente durante la Revolución Francesa, aunque escapó de la guillotina. Regresó a Viena en 1792, donde brilló en la frente de emperatrices como Sissi, hasta la caída del imperio en 1918.
Historiadores como Tobias Pichler, del Museo de Historia de Viena, lo describen como "el diamante más imperfecto y, paradójicamente, el más perfecto": sus irregularidades –un "cuello de botella" en su forma– lo hacen único, valorado hoy en unos 20 millones de dólares, aunque su precio histórico es incalculable.
La desaparición: Entre revoluciones y rumores de robo
La Primera Guerra Mundial selló su destino. Con la derrota austrohúngara en 1918, el emperador Carlos I abdicó y huyó a Suiza con su familia. El palacio de Hofburg en Viena fue saqueado por bolcheviques y monárquicos rivales; joyas imperiales fueron confiscadas o vendidas en secreto para financiar exilios. El Florentino, documentado por última vez en un inventario de 1919, se evaporó. ¿Robado por sirvientes? ¿Vendido en el mercado negro? ¿Recortado en gemas anónimas para borrar su rastro?
Especulaciones abundaron: en 1920, un rumor lo ubicó en manos de un joyero suizo; en los 50, se susurró que un coleccionista estadounidense lo había desmontado. Libros como The Diamond Nephew de 1982 y documentales de la BBC lo inmortalizaron como "el fantasma de los Habsburgo". La familia, dispersa por Europa y América, juró silencio: Zita, viuda de Carlos I (muerto en 1922), temía que los nazis –quienes anexaron Austria en 1938– lo reclamaran como "patrimonio ario". En 1940, embarazada de su última hija, huyó a Canadá con una maleta marrón, depositando el tesoro en un banco de Toronto bajo un alias. "Lo guardaré hasta que el siglo cambie", habría dicho a sus hijos Robert y Rudolf, imponiendo un voto de 100 años de secreto, hasta 2022.
El resurgimiento: Un juramento familiar roto en 2025
El velo se levantó en noviembre de 2025, cuando Lorenz von Habsburg –nieto de Robert– y su primo Simeon abrieron la bóveda, acompañados por expertos independientes. "Mi abuela Zita nos enseñó que la discreción es la mejor armadura", relató Lorenz al Guardian. La caja, intacta, contenía no solo el Florentino –aún en su montura original de oro amarillo con diamantes blancos–, sino un conjunto de 15 piezas valoradas en 50 millones de euros, incluyendo el "Broche de las Dos Águilas" de Sissi.
La familia, que renunció a títulos reales en 1919 pero mantiene lazos culturales, planea exhibir las joyas en el Royal Ontario Museum de Toronto a partir de 2026, como "préstamo indefinido" en agradecimiento a Canadá por acoger a 10.000 refugiados Habsburgo durante la guerra. No se venderá: "Es herencia, no activo", enfatizó Karl von Habsburg, activista por el patrimonio europeo y fundador de Blue Shield International.
Expertos en gemología, como la de Sotheby's, confirmaron su autenticidad mediante espectroscopía: el color amarillo se debe a nitrógeno natural, no tratamiento moderno. "Es un milagro que sobreviviera sin recortes", dijo la Dra. Anna Balint del Instituto Gemológico de América.
Reacciones: Del éxtasis histórico a debates éticos
La noticia explotó en redes y prensa: El País lo llamó "el comeback del año", mientras Vogue fantaseó con réplicas para alta costura. En X, hashtags como #FlorentineDiamond y #HabsburgTreasure acumularon millones de vistas, con usuarios compartiendo ilustraciones renacentistas y memes de "joyas inmortales". Historiadores austríacos aplaudieron, pero ONGs como Europa Nostra cuestionan: "¿Deben las joyas imperiales volver a Viena, o quedarse en Canadá como símbolo de exilio?"
El gobierno austriaco, a través del Ministerio de Cultura, solicitó "diálogo" para un posible préstamo al Kunsthistorisches Museum, evocando reclamos nazis de los 40. En EE.UU., coleccionistas como el de la Fundación Rockefeller especulan con subastas hipotéticas, pero la familia insiste en su estatus "no comercial".
Implicaciones: Un capítulo cerrado, un legado reescrito
El resurgimiento del Florentino no solo cierra un enigma centenario –que inspiró novelas de Ken Follett y episodios de Antiques Roadshow–, sino que ilumina la diáspora Habsburgo: de emperadores a exiliados, de palacios a bóvedas anónimas. En un mundo de NFTs y diamantes sintéticos, esta gema natural recuerda el valor de lo irrepetible.
Mientras se prepara su debut público, el diamante –que sobrevivió guerras, juramentos y olvido– brilla de nuevo, no como trofeo de reyes, sino como puente entre pasados imperiales y futuros democráticos. ¿Volverá a Viena, o hallará hogar eterno en Toronto? Por ahora, su luz disipa sombras de un siglo turbulento, recordándonos que algunas leyendas, contra todo pronóstico, regresan intactas.
