"No creo que la violencia se haya acabado en El Salvador. Solo se recicla, pasa de un formato a otro. Es un círculo vicioso"

DAVID FERNANDO RAUDALES
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 Nayib Bukele habla en un evento de seguridad

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha llevado a prisión a miles de hombres acusados de ser parte de las pandillas. [Getty Images]

El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya nació en Honduras en 1957, pero llegó a El Salvador, el país de su padre, siendo muy pequeño y allí se crio y echó raíces.

Pero hace más de dos décadas que el que fuera uno de los fundadores del ya desaparecido periódico salvadoreño Primera Plana, solo regresa de visita.

A los 22 años, cuando comenzaba la guerra civil, se fue por primera vez. Como él mismo relata, prefirió salir en lugar de tomar un fusil.

Con el paso del tiempo, el exilio se convirtió en su forma natural de vida. Vivió en México, Costa Rica, Guatemala, Canadá, España e incluso en Japón y Alemania. Actualmente reside en Estados Unidos, donde es profesor en la Universidad de Iowa.

Antes, cuando volvía a El Salvador, lo hacía con la idea o sueño de establecerse en el futuro como relata en la novela "El sueño del retorno" (2013). Pero todo se quedó en eso, en un sueño.

Sin embargo, su país impregna sus libros desde el principio de su trayectoria literaria, que incluye 13 novelas, 5 colecciones de relatos y 3 ensayos. Sus textos han sido traducidos a 15 idiomas.

BBC Mundo conversó con Castellanos Moya en el marco del festival Centroamérica Cuenta, que se realiza en Guatemala entre el 19 y el 24 de mayo.Horacio Castellanos Moya

Horacio Castellanos Moya habló con BBC Mundo en el marco del Festival Centroamérica Cuenta. [Daniel Mordzinski]

A través de Erasmo Aragón, uno de los personajes de la saga familiar que has escrito a lo largo de los años, has reflejado los efectos de la violencia y la política en El Salvador y en Centroamérica. ¿Qué supone para ti enfrentarte a esos temas?

Durante mi niñez, en El Salvador no había tanta violencia, era mucho más solapada, uno podía jugar fútbol en la calle sin temor de que lo fueran a matar.

Pero a partir de cuando yo tenía 14 o 15 años, comenzó a polarizarse la situación política y la violencia empezó a convertirse en un hábitat natural y a infectar la vida cotidiana.

La verdad es que la violencia no es algo en lo que yo haya pensado o me haya propuesto incluir en mis libros, sino que es parte de esa vida cotidiana, como alguien que ahora crece en Ucrania tendrá que incluir la violencia en sus novelas.

No es necesariamente porque esté interesado en ella, sino que forma parte del aire que se respira.

En el pasado has dicho que lo que te interesaba era contar cómo se pelea con una dictadura y todas las emociones y contradicciones que esa lucha genera en la familia, algo que recoges, por ejemplo, en tu novela "Tirana memoria". ¿Cómo viviste esa historia?

En El Salvador solo hubo una dictadura militar, la que está precisamente en "Tirana Memoria", que fue la del dictador Maximiliano Hernández Martínez, de 1931 a 1944, así que yo no la viví.

Después, lo que hubo fue un régimen militar fascista y genocida, que no permitía el pluralismo político, pero era un régimen donde había cambio de coronel cada cinco años. Es decir, la imagen del dictador no es común en el imaginario del salvadoreño como en el del nicaragüense que sí lo es.

Yo viví la violencia militar como sistema, como un régimen en el que el ejército era el partido que dominaba todos los ámbitos de la vida política.Maximiliano Hernández Martínez al tomar el gobierno de El Salvador

El gobierno de Maximiliano Hernández fue el primero de varios regímenes militares en El Salvador. [Getty Images]

¿Y cómo fueron esos años de violencia militar que viviste?

Al principio la violencia está como rodeándolo a uno, pero uno no se involucra; es decir, uno siente que algo está sucediendo, sobre todo en mi caso, porque yo era un adolescente cuando comenzó todo.

Pero a medida que fui creciendo y fue creciendo el enfrentamiento político lo que se dio fue una radicalización. La izquierda se radicalizó, se armó y montó un ejército para pelear contra el ejército del gobierno y la derecha.

Esa radicalización lo que produjo es que se involucraran generaciones enteras. Muchos de mis amigos estuvieron peleando en el monte 10 años con fusil en mano, hasta que se firmó la paz en el 92.

Yo no viví la guerra civil, me fui a México, donde estuve exiliado 10 años hasta el 91, porque seguramente no tenía ni la textura ni el talante para andar matando en una montaña. Ni el valor.

Pero la literatura está hecha no de lo que uno ha vivido, sino de lo que uno no ha vivido, de las cosas que a uno le quedaron pendientes en la vida, porque si no, no sería ficción, sino que sería autobiografía.

Esos combates diarios en todo el país durante 10 años, con tanta represión del ejército y tantos civiles asesinados, marcaron una guerra civil típica por razones ideológicas, en la que como ni la izquierda ni la derecha pudieron vencer se hizo una negociación de paz y se construyó la democracia que duró 30 años y ya no existe más.

¿Ya no existe más la democracia en El Salvador?

Digamos que ese sistema democrático no existe más. Acabó con las elecciones de 2019 cuando ganó el que ahora es presidente (Nayib Bukele), porque borró a los dos partidos que dominaban la escena. Los derrotó tan apabullantemente en las urnas que prácticamente se convirtieron en fantasmas.

Pero esos dos partidos eran la expresión política de las fuerzas militares que se habían enfrentado en la década de los 80; es decir, era un régimen político que arrancó con la firma de la paz en el 92 y que llegó hasta las elecciones del 2019, en que se dio la alternancia en el poder, el respeto de las instituciones políticas, la división de poderes, y todos los elementos típicos de la democracia.

Sin embargo, se desgastaron ejerciendo el poder por tres décadas, y colapsaron por sus rencillas internas, su corrupción, su falta de visión y su propia estupidez.

Entonces aparece este nuevo caudillo y los borra electoralmente, dentro del mismo sistema democrático que ellos habían creado con las negociaciones de paz. Lo que hace es vaciar esas instituciones que no tienen ya ningún sentido, porque es un solo partido personalista el que lo controla todo.

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