La industria musical lucha en las plataformas, en los tribunales y con los políticos para evitar el expolio y la apropiación indebida de sus contenidos a través de la inteligencia artificial generativa (IA), pero los resultados son limitados por el momento.
La discográfica Sony Music asegura haber pedido que se retiren de Internet 75.000 deepfakes, lo que ilustra la magnitud del fenómeno.
Muchos aseguran que hay tecnología para detectar estas canciones producidas por software de IA, sin la participación del artista.
"Aunque parezcan realistas, las canciones creadas con IA presentan ligeras irregularidades de frecuencia, ritmo y firma digital que no se encuentran en la voz humana", explica Pindrop, especializada en la identificación de voces.
Basta con unos minutos para detectar, en YouTube o Spotify, los dos principales destinos de streaming musical, un falso rap de 2Pac sobre pizzas o una versión de Ariana Grande de un éxito de K-pop que nunca interpretó.
"Nos tomamos esto muy en serio y estamos desarrollando nuevas herramientas para mejorar" la detección de IA falsa, explicó esta semana Sam Duboff, responsable de política regulatoria de Spotify, en el canal de YouTube Indie Music Academy.
YouTube también afirmó estar "perfeccionando (su) tecnología con (sus) socios", y podría hacer anuncios en las próximas semanas.
Jeremy Goldman, analista de Emarketer, señala que "los actores maliciosos van un paso por delante" de la industria.
"YouTube tiene miles de millones de dólares en juego", añade, "así que uno pensaría que se las arreglarán para solucionar el problema (...) porque no quieren ver cómo su plataforma se convierte en una pesadilla de IA".
- "Uso justo" -
Pero más que con los deepfakes, la industria musical está preocupada por el uso no autorizado de sus contenidos para desarrollar interfaces especializadas de IA generativa como Suno, Udio y Mubert.
En junio, varios grandes sellos discográficos presentaron una demanda en un tribunal federal de Nueva York contra la empresa matriz de Udio, a la que acusan de desarrollar su software utilizando "grabaciones protegidas por la propiedad intelectual con el objetivo último de desviar a oyentes, fans y potenciales usuarios de pago".
Más de nueve meses después de la demanda, aún no hay fecha para un eventual juicio. Tampoco la hay para un caso similar contra Suno en Massachusetts.
En el centro del debate jurídico está la noción de "uso justo", que puede limitar la aplicación de los derechos de propiedad intelectual en determinadas condiciones.
"Estamos en una zona de auténtica incertidumbre" sobre la interpretación, por los tribunales, de los criterios, afirma Joseph Fishman, profesor de Derecho de la Universidad de Vanderbilt.
No obstante, las primeras sentencias no supondrán la última palabra, porque "si los tribunales empiezan a discrepar" en sus fallos, el Tribunal Supremo podría tener que pronunciarse, advierte el académico.
Mientras tanto, los principales actores de la IA musical siguen desarrollando sus modelos con datos protegidos, lo que plantea la cuestión de si no se ha perdido ya la batalla.